El presidente Rajoy se fue a
Marbella, a un acto de partido, a repetir la línea argumental ya
expuesta en el Congreso en el debate sobre pensiones: no se pueden subir
más, ya me gustaría subirlas más y mientras sea presidente se subirán
todo lo que se pueda.
Por fortuna esta vez nos ahorró la ensalada de
datos, medias verdades y medias mentiras que adornaron su discurso
parlamentario y que la oposición no fue capaz de desmontar porque a
estos debates hay que ir con el tema sabido y las cifras en la cabeza,
no con los comentarios recogidos en la última tertulia.
Miles y miles de
pensionistas le han dejado claro en la calle que ya no le creen. Vas a
tener que meterte en esto, Mariano. Ya no les asustan los tenebrosos
powerpoints llenos de tablas y gráficos que nadie sabe de dónde han
salido o quién los firma, pero que siempre anuncian el Armagedón de las
pensiones para dentro de un par de décadas. Parece que prefieren creer a
J.M Keynes: “en el largo plazo, todos muertos”.
Ya no les asustan las
terroríficas previsiones demográficas que pronostican que cada
trabajador tendrá que pagar a tres, cuatro o incuso cinco pensionistas y
que, para cumplirse, necesitan que la población española se reduzca, la
natalidad siga cayendo, no vengan migrantes a buscar su oportunidad y
nuestros jóvenes se sigan marchando para no volver.
Muchos incluso
empiezan a formular en voz alta la pregunta que nadie parece atreverse a
plantear: ¿Acaso es justo que los padres y abuelos que ya pagaron la
educación la sanidad y las oportunidades de sus hijos paguen ahora
también su decisión, voluntaria o no, de tener menos hijos?
Tampoco se creen que no se
puedan subir y que no haya dinero. El Estado español gasta al año más de
300.000 millones, la tercera parte se destina a pensiones, un
porcentaje muy por debajo de cuánto invierten nuestros socios de
referencia en la UE, cuyo gasto público se sitúa cinco puntos por encima
del nuestro.
Además ahora saben que con el dinero de sus contribuciones
se ha pagado de todo: desde las necesidades de financiación del Estado a
la mayoría de las prestaciones no contributivas.
La cuarta parte del
presupuesto de la Seguridad Social se dedica a prestaciones no
financiadas por contribuciones. El déficit lo causa el reparto que el
Estado hace de obligaciones que debería asumir vía impuestos pero endosa
a las contribuciones de la Seguridad Social, no la insostenibilidad del
sistema de reparto.
No hay macroeconomía en el
mundo que pueda explicar la imposibilidad de dedicar un par de miles de
millones para actualizar las pensiones subiéndolas catorce euros al mes
de media.
No después de haber visto durante la crisis cómo miles de
millones si se podían gastar en rescatar bancos, autopistas o entidades
sanitarias privadas, aumentar el gasto en defensa y anunciar rebajas de
impuestos milmillonarias.
Tampoco se
tragan ese mantra de que el problema es que no se crea suficiente
empleo.
El propio Rajoy nos confirmó ufano que ahora se crean seis
empleos por cada nuevo pensionista. El dato resulta incontestable: el
problema no está en el empleo sino el reparto de los beneficios. El
problema no es el empleo sino un modelo de recuperación que reduce el
peso de la renta salarial en el PIB mientras disparar el peso de las
rentas de capital.
Tampoco se callan cuando se
les recuerda su supuesta condición de privilegiados o lo insostenibles
que serán unas nuevas pensiones que no dejan de crecer. Más de la mitad
de los pensionistas cobran por debajo del salario mínimo y apenas un 10%
supera los 2000 euros al mes.
El problema de nuestro actual sistema es
precisamente el contrario: que quienes más deberían contribuir, por su
renta y riqueza durante sus años de actividad, están fuera de un sistema
al que no quieren contribuir, cuánto más se recorte, mejor, menos
impuestos.
Porque ésa es la cuestión fundamental, antes que la
demografía o el volumen de las contribuciones, la equidad y la capacidad
redistributiva que deben sustentar un sistema público de pensiones. No
se trata de que no se pueda o no haya dinero, se trata de que en un país
cuyo esfuerzo fiscal se sitúa cinco puntos por debajo de la media UE15
quienes deberían y podrían pagar, ni deben ni quieren pagar.
Antón Losada | El Diario | 18/03/2018
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