No, Juana no está en mi
casa. Es una pena porque allí donde se encuentre creo que no la están
ayudando como es debido. Si Juana hubiera estado en mi casa, la habría
intentado convencer con todas mis fuerzas de que no asumiera el error
fatal de cometer un delito. Ahora ya es tarde.
Cometer un delito y
convertirse en prófuga de la justicia penal era la peor elección que
podía hacer, sobre todo por sus hijos. Ahora los ha convertido en
rehenes de su condición de huída y se arriesga a ser castigada con entre
dos y cuatro años de cárcel y a ser inhabilitada para ejercer la patria
potestad sobre ellos entre 4 y 10 años. ¿Qué va a ser entonces de sus
hijos?
Si Juana ingresa en prisión o si pierde la patria potestad
perderá a sus hijos durante un largo periodo. ¿No es eso lo que intenta
evitar a toda costa? ¿Quién piensa que eso es lo mejor para ellos? ¿Cómo
quienes la rodean y tienen conocimiento penal no la han conseguido
convencer de la magnitud del error que está cometiendo?
No, Juana no está en mi
casa.
No está tampoco en casa de ninguno de los bien pensantes que se
levantaron poniendo un hashtag que les hace sentirse humanos y empáticos
pero que no responde a una verdadera reflexión informada sobre la
cuestión. Muchos de los que lo han hecho también fueron Charlie, aunque
después han demostrado una y otra vez no entender de qué va la libertad
de expresión.
Algunos fueron incluso activistas de las primaveras árabes
y ahora no sabrían decir qué ha pasado después en aquellos países. Ni
les importa. En el mejor de los casos, muchos han compartido su empatía y
su comprensión, su humanidad y su compasión con el dolor de Juana, pero
quizá sin pensar en que los actos individuales, cuando devienen en
masivos, pueden tener consecuencias.
Una de ellas, sobre la que merece
la pena reflexionar, es la de hacer creer a esta mujer —cuya confusión,
dolor y aturdimiento todos podemos comprender— que con un apoyo
mayoritario de la opinión pública puede luchar contra el sistema legal.
Otra hacerle que sienta que sus decisiones, como ahora la de convertirse
en una prófuga de la Justicia, se verán atenuadas por el respaldo
popular.
Y eso, hay que decirlo clara y rotundamente, es mentira.
Mentira. Al final cada uno volverá a su vida y Juana quedará a solas con
la suya y con la consecuencias de su actos. Así funciona la realidad y
así debe funcionar.
Todos
hemos convenido, desde el momento en que somos ciudadanos de un Estado
de Derecho, en que cuando se producen conflictos, del género que sea, en
nuestra convivencia y no podamos resolverlos mediante el acuerdo, serán
los jueces los encargados de dirimir las diferencias.
Además en casi
cada acto de nuestra vida estamos aceptando qué jueces serán competentes
para ello. No se si todos se han fijado pero al final de todos los
contratos que firmamos —del móvil, de la agencia de viajes,de la luz— se
recoge nuestra aceptación de los tribunales en los que dirimiremos
cualquier diferencia.
En el caso de Juana es evidente que existe un
conflicto, puesto que sus razones y las de Francesco sobre sus hijos
comunes divergen y, por tanto, no queda sino que sean los jueces quienes
decidan de acuerdo a la norma.
No aceptar eso es más subversivo,
radical y destructivo que rajar ruedas de autobuses de turistas, no lo
duden. Además, Juana aceptó que los jueces que tuvieran poder para esa
decisión fueran los italianos, desde el momento en que eligió que un
italiano fuera el padre de sus hijos y vivir con ellos en ese país.
Pretender que la solución a los problemas de Juana puede darse en algún
otro ámbito es falso, desestabilizador y peligroso. “La superación de
los actos propios como medio de solventar los problemas constituye un
avance del Estado de Derecho de modo que no cabe tomarse la Justicia por
su mano”, en esa frase de la resolución civil de la Audiencia de
Granada ordenando a Juana entregar a sus hijos se resume, en lenguaje
jurídico, todo lo que acabo de expresarles.
A mi no me vale más el
corifeo de opiniones de miles de personas, sin datos ni fundamentos
jurídicos en casi todos los casos, que el criterio profesional y basado
en la norma de cuatro jueces. Es evidente que el Convenio de La Haya de
1980 es un buen convenio y que se redactó para evitar los secuestros de
niños por parte de progenitores extranjeros porque ese problema existe.
Si ese caso se produce ahora o no sólo pueden decirlo los magistrados
que han tenido en sus manos todas las pruebas que nosotros no tenemos.
En esto no entra ni la ideología ni el posicionamiento personal ni
ninguna otra cuestión.
Se equivocan los que quieren convertir a Juana en
un campo de batalla para la reivindicación porque, insisto, al final
cada uno se irá con su pancarta y será ella la que se quede con el
marrón. Yo soy feminista —feminazi reconocida para los descerebrados que
acuden cada día al juzgado de Granada— y no por eso dejo de ver cual es
la situación real.
No afirmo que Juana no tenga
nada que hacer, en absoluto, pero las únicas armas con las que tiene
sentido defenderse son las que le da la ley. Yo hubiera animado a Juana a
presentar una demanda de custodia, a demandar unas cautelares, a haber
pedido quizá al Ministerio de Justicia ayuda para la agilización de la
tramitación de estas cuestiones en Italia, que para eso tenemos
magistrados de enlace.
Cualquier cosa que le permitiera la ley tras
asumir que, hasta ahora, no ha conseguido probar a los magistrados que
exista un “peligro cierto” para sus hijos por estar con su padre. Así lo
expresan los jueces basándose, entre otras cosas, en las propias
manifestaciones de su hijo mayor.
Hace mucho tiempo que me
enseñaron que ninguna de las partes de un pleito da toda la información
cuando lo relata. No es ni siquiera por mala fe, es porque su
perspectiva de la realidad es unívoca. Sólo un juez independiente, con
los hechos y la norma en la mano, tiene alguna posibilidad de acercarse a
la verdad.
No dudo en absoluto de los magistrados que han visto el
asunto, porque no hay motivo alguno para hacerlo, ¿qué ganarían o
perderían con prevaricar en este caso? Sí dudo de que Juana haya sido
bien asesorada y también del sentido de convertir su caso personal e
íntimo en un caso mediático porque esa es una decisión consciente
apuntalada por personas concretas.
Tengo publicado un libro de
Comunicación para abogados en el que hablo de las circunstancias en las
que la comunicación de litigios puede convenir para hacer ganar el
pleito de la opinión pública a un cliente aunque se pierda el pleito
legal. Juana no es una empresa ni un personaje público, no tiene otro
pleito que ganar que el de conservar a sus hijos y en ese debieron
centrarse desde el principio.
No, Juana no está en mi casa
ni en la de la mayoría de vosotros. Juana está sola ante la realidad y
ante su destino y sólo puedo desearle que alguien con sororidad, cabeza y
empatía le explique cual es su verdadera situación y la convenza de lo
que más le conviene. Por ella y por sus hijos. Qué queréis, soy de
contar las verdades aunque no sean populares.
Elisa Beni | El Diario | 09/08/2017
No hay comentarios:
Publicar un comentario
GRACIAS POR TU OPINION-THANKS FOR YOUR OPINION