España es un Estado fallido porque falla algo básico: la confianza en
quienes posan su culo en los sillones del poder, un conjunto de culos
que los jueces que han logrado saltar las barricadas definen como
organización criminal
El término “Estado fallido” describe aquellos Estados
soberanos en los que fallan elementos básicos y necesarios para su
funcionamiento y la seguridad de sus ciudadanos.
El concepto nos sugiere
un paseo por las calles de una ciudad en la que es habitual que te
roben a punta de pistola y a continuación te extorsione la policía.
Cosa
de países lejanos. ¿Decir que España se acerca al Estado fallido es una
exageración?
Jefatura del Estado compi yogui, Presidencia
del Gobierno, ministerios, mostrando su apoyo en reuniones, correos o
SMS a acusados de blanquear, extorsionar, sobornar o saquear empresas
públicas del país.
Asaltos en la casa de fiscales que investigan la
corrupción mientras sus jefes intentan frenar su trabajo. Ministros de
Justicia que, sabiendo que todo esto sucede, si mueven un dedo es para
escribirle un SMS al corrupto dándole ánimos.
Destrucción de discos
duros con pruebas de delitos en la sede del partido gobernante. Cajas de
ahorro saqueadas con el conocimiento de los organismos controladores
que nos han costado hospitales y escuelas. Medios de comunicación
financiados por el poder desde empresas públicas saqueadas.
Medios que,
en lugar de vigilar al poderoso, han decidido que su papel es informar
sobre países lejanos y proteger al saqueador que los financia. Jueces
que denuncian falta de recursos para investigar la corrupción. Corruptos
gobernantes que no piensan darles medios a estos jueces.
Un partido que
quita y pone jueces, que aparta fiscales con total naturalidad cuando
las investigaciones se acercan a las cúpulas. Miembros del partido
apartados en silencio si denuncian haber visto algo raro.
Cientos de
cargos que nunca saben nada, nunca sospechan nada, hasta que la
alcantarilla rebosa y la guerra interna les obliga a posicionarse del
lado de alguna de las familias en conflicto interno por el poder.
Grandes empresarios pagando millonarias campañas electorales que
perpetúan en el poder a gobernantes regados con sobresueldos.
Gobernantes agradecidos dando concesiones públicas a dedo con el dinero
de todos, haciendo que la prioridad del país la marquen los empresarios
corruptos que sobornan a políticos.
Ministros de Economía que se
felicitan por un crecimiento cuya gasolina es la rueda corrupta. Una de
cada cuatro personas en riesgo de pobreza y exclusión. Y la cifra
creciendo. Trabajadores pobres.
Y el sueldo bajando. Leyes mordaza que
dificultan la protesta contra el tinglado organizado. Ministros del
Interior usando dinero público para inventarse operaciones
antiterroristas contra usuarios de redes sociales o espiando a rivales
políticos.
Sí, España es un Estado fallido porque falla algo básico: la confianza
en quienes posan su culo en los sillones del poder, un conjunto de culos
que los jueces que han logrado saltar todas las barricadas y
zancadillas definen en sus investigaciones una y otra vez como
organización criminal.
España es un Estado fallido porque ocurre algo
muy grave: los ciudadanos no podemos confiar en quienes dicen trabajar
para nosotros, ni en quienes vigilan que se cumpla la ley, ni en quienes
construyen desde los medios el relato de un país que, nos dicen, está
resfriado, un país que, sabemos de sobra, está comido por la metástasis
de la corrupción.
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