Twitter se inventó en 2006. Facebook, en 2004. El
mayor atentado yihadista de la historia es del 11 de septiembre de 2001,
pero la realidad nunca fue un obstáculo para la verborrea del ministro
Jorge Fernández Díaz, que ahora culpa a las redes sociales de ser el lugar donde el terrorismo yihadista "más se está desarrollando". Los terroristas han avanzado tanto, al parecer, que hasta pueden viajar en el tiempo.
La afirmación del ministro es tan burda como el anuncio del martes de investigar a las redes sociales para "limpiarlas de indeseables".
La obsesión con los insultos en Twitter responde a una estrategia muy
clara: utilizar políticamente el trágico asesinato de Isabel Carrasco y
las reacciones que provocó en Twitter (o en cualquier charla de bar)
como la excusa oportuna para acotar y controlar aún más las redes
sociales, esos espacios de libertad tan temidos por un Gobierno empeñado
en recortar la libertad de expresión y el derecho a la protesta.
Las presuntas autoras del asesinato de Isabel Carrasco son dos
militantes del Partido Popular. Que se sepa, ni siquiera tienen Twitter.
El yihadismo, la PAH, el 15M y las redes sociales no aparecen por
ningún sitio en este crimen. Ni la víctima ni las asesinas ni la policía
municipal que encontró la pistola ni el toxicomano que la vendió: no
hay un solo protagonista en este terrible crimen que tenga relación
alguna con esos "indeseables" –que diría el ministro–, esos que empiezan
abucheando a los políticos y acaban tumbando las Torres Gemelas a las
órdenes de Bin Laden.
No fue un crimen político. No tuvo nada que ver ni
con los escraches ni con los chistes de El Jueves ni con la corrupción
ni con los doce cargos públicos de la presidenta de la Diputación ni con
su gestión política, tan cuestionable hoy como ayer, cuando Isabel Carrasco aún vivía; la muerte conmueve, pero no te hace mejor persona.
No fue más que un suceso, un terrible y lamentable crimen sin relación
alguna con el enorme descrédito de los políticos, con el enfado de un
país en las raspas o con lo mal hablada que es la gente en Twitter o en
los bares. Nada justifica un asesinato. Nunca. El de nadie. Jamás me
alegraré de ninguno. Pero, ¿de verdad la Policía y la Guardia Civil no
tienen nada mejor que hacer que "investigar" a los bocazas de las redes sociales? ¿En serio?
Como bien explica la abogada Isabel Elbal en este artículo en Contrapoder,
el anuncio del Ministerio del Interior de que las fuerzas del Estado
van a perseguir a quienes publiquen comentarios ofensivos en Internet
sobre el asesinato de Isabel Carrasco es un absoluto despropósito. Es
una investigación prospectiva que no se contempla en ninguna democracia,
por mucho que el ministro Fernández quiera "limpiar las redes de
indeseables". No se puede ir a la pesca de delitos, como se hacía en los
años de la ley de vagos y maleantes.
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